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No fui criada para ser femenina. Mi mamá no me quiso poner aros hasta que se lo rogué a los siete años de edad. No tuve tacitas ni cocinita para jugar, nada de eso. Si no fuera porque fui operada y pasé varios días en un hospital, jamás habría recibido una Barbie de regalo.
Repito: no fui criada para ser femenina y más o menos he llevado bien esto de tratar de ser mujer new age, progre, open-minded, moderna, pero sin caer en feminismos falofóbicos. Todo bien hasta que aparece mister pí-em-es y me convierto en un ser llorón, hipersensible y mal genio.
Lo malo: me doy cuenta de lo mal que me pongo este día y me siento peor por ser tan vulnerable a algo 100% biológico. Uno cree tener todo bajo control, y zaz, hay que pasar un día en cama, lloriqueando por ver dos cachorros jugar, tragando chocolate y hablando con las amigas de lo insensibles que son los hombres. Aunque ellos traten de entender, están pisando campo minado conmigo este día y tienen todo en su contra.
Puedo jurar de guata que yo no soy así. Es culpa del día 28 y de que la luna -mi regente, y que por estos días está en mi casa, cáncer- esté en fase menguante: tanto la marea como mi ánimo bajan, as low you can get.
Lo bueno: es sólo un día -pésimo día- pero se termina y vuelvo a mis casillas, dentro de los parámetros exigidos por la sociedad. Espero paciencia, in sickness and in health.

Nos conocimos el 2000. Tengo una amistad distinta con cada una formada a partir de experiencias únicas.
A M la conocí en CPJ, fui una de las primeras en enterarme de su embarazo y estuve con ella incluso el día del parto. F pasó muchas noches en mi casa, por estudio, por problemas en su casa o sólo para copuchar. Con J pasamos un mes con mochila al hombro paseando por el sur, haciendo recuerdos, amistades y relaciones que no se han olvidado.
A G tuve el mal ojo de presentarle a un amigo que luego fue su pololo y la trató muy mal, también nos vimos en un bus todos los días a las 7.00 durante más de un mes. Con C es la que menos he compartido pero la he escuchado decir verdades muy grandes y contar sus problemas con una sinceridad que le envidio. A I la vi llorar por su primer gran amor, paseamos muchas veces por Providencia, hablamos de nuestros padres y ofició de taxista mil doscientas veces.
Seis años después, todas en su vida, trabajando, buscando pega o terminando de estudiar nos hacemos un huequito para ponernos al día y brindar por el matrimonio de una de nosotras. El mío no.
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Amigas I