jueves, abril 27

Aprender a escuchar

En algún post anterior conté que estaba necesitando salir de la burbuja y volver a hacer algo que ya era parte de mí pero que las malditas circunstancias me habían quitado. Ya no podía volver al mismo lugar ni hacer las mismas cosas. No tenía claro qué hacer hasta hace dos semanas. Otra vez todo se alineó todo perfectamente sin que yo lo haya planeado: tiempo libre+una conversación en una reunión de amigas+mis ganas= estoy aprendiendo lenguaje de señas.

Y no sólo porque tuve las ganas de aprender desde que entrevisté a un grupo de sordomudos para el documental de *CG* sino que es parte de una capacitación para después armar un programa para niños sordomudos. Y todo con una comunidad católica bien especial, ya les contaré qué los hace distintos.

Sé que soy la menos indicada para estar en este grupo,
hasta ahora el tema de mi fe no ha salido a flote, al parecer no les importa y me alegro. Lo importante acá -y lo que me tiene contenta - es aprender para un objetivo claro y concreto. Y entrar en un mundo nuevo e inmenso.

He aprendido que como en toda disciplina existen distintas visiones, están los oralistas -que abogan por enseñarles el lenguaje hablado a los sordos- y los bilingüistas, más a favor por el lenguaje de señas, idioma que las personas parlantes debemos aprender para comunicarnos con ellos y no al revés. Y de eso se trata mi motivación, que uno se capacite para entender al otro y ayudarlo.

Conocí a *M*. Tiene 15 años. No habla ni escucha por consecuencia de las golpizas que recibía cuando niño. No tengo claro por qué fue designado por el tribunal a esta casa de acogida. Sí sé que nunca aprendió las señas, nadie se interesó en comunicarse con él, nunca. Tiene 15 años y la semana pasada lo aceptaron por primera vez en el colegio gracias a *P* que le ha enseñado lo poco que sabe. Ya me puedo comunicar mejor con *M*, me mostró su dormitorio, sus dibujos, y cuadernos del colegio. Sé que le cuesta concentrarse. Le gusta el café y chatear. Sé que le gusta una niña. *M* no habría podido contarme esto si no supiera las señas. Yo no habría podido escucharlo si no las hubiera aprendido. Si no me hubiera interesado.

martes, abril 25

De noche

El cambio de horario me tiene despierta y escribiendo a las 3.22 am. Llevo semanas así. Sin importar a la hora que me levante, no puedo dormirme antes de las cuatro. Menos, si tengo en qué pensar. Hace un rato leí que varios literatos escribían para no pensar. Por lo mismo, me levanté de mi insomnio, prendí la luz y me puse a escribir.

Mafalda le decía a su almohada "la pegaste, vos, venir a parar a una cama donde te suspiran poco". A la mía no puedo decirle lo mismo. La tengo hace 20 años, pasó conmigo la separación de mis papás, el cambio de colegio, las esperas al ratón de los dientes, la adolescencia. Y hoy, otra noche de momentos epifánicos.

domingo, abril 23

Oh, el amor III

Lamentablemente, Malayo tuvo la razón. Mi amiga *J* y *M* se separaron. No tengo detalles de la ruptura pero sé que *J* está de paseo por Brasil, o sea que tan mal no está.

No voy a decir clichés, sólo comentaré que la última canción que me tiene rayando paredes dice "Dejé de mentirte y justo te vas (sigo en el mismo lugar) te espero en la plaza si quieres venir (encuentro que es malo tan luego) me acuerdo de ti con las canciones de la radio, tantas canciones buenas".

p.d.: suprimí el post anterior a pedido de mi editor.
Encontró un lugar mejor para él.
Calma, que no panda el cúnico.
Ya les diré dónde encontrarlo.


martes, abril 18

Retrato de un momento

Momentos atrás me pasó algo extraño. No, no es esa la palabra. ¿Inusual? Tampoco. Tardé en escribirlo porque no lograba encontrar papel, ni en el velador, ni en la repisa, ni sobre la máquina de coser. Abrí el clóset y encontré un cuaderno rojo. Sonreí, porque precisamente quería escribir sobre libros y coincidencias.

Momentos atrás, mientras leía junto a la lámpara de velador, me fijé en mi mano izquierda. Debido al ángulo de la luz ,se podían ver pequeñas partículas que salían de mi mano y flotaban. Parecían pelusas. "Me estoy deshaciendo", pensé. Giré la mano y noté cómo se movía un sector de mi palma. Un poco más abajo, siguiendo la línea que la quiromancia llama "de la vida", noté otro movimiento, también involuntario. Estuve mucho tiempo mirando esta secuencia sanguínea entre los dos puntos de mi palma y me sentí transparente. "Son pocos los momentos en los que uno advierte -desde fuera- lo biológico y crudo que se es por dentro", pensé.
Seguí leyendo.

Página 30.
"De los aullidos sin ruido de Walser tenemos el amplio testimonio de Carl Seelig, el fiel amigo que siguió visitando al escritor cuando éste fue a parar a los manicomios de Waldau y de Herisau. Elijo entre todos el 'retrato de un momento' (...) en el que Seelig sorprendió a Walser en el instante exacto de la verdad, con un gesto (...) o con una frase relata lo que genuinamente es".

Dejé de leer. Poder ver y sentir mi pulso en la palma de mi mano había sido un retrato de un momento, que relata genuinamente lo que soy: flujo, movimiento, biología. Marqué la página y seguí leyendo.

Página 33.
"Fanil, el protagonista de El vanidoso, tiene la piel y los músculos transparente, tanto que se pueden ver los distintos órganos de su cuerpo, como encerrados en una vitrina. Fanil ama exhibirse y exhibir sus vísceras, recibe a los amigos en traje de baño, se asoma a la ventana con torso desnudo; deja que todo el mundo pueda admirar el funcionamiento de sus órganos. Los dos pulmones se inflan como un soplido, el corazón late, las tripas se contorsionan lentamente, y él hace alarde de eso".

¿He leído este libro antes? No, llevaba tiempo en el velador esperando. ¿El libro se escribe mientras leo y pienso? Sería el chiche de Borges, pero no.

Dos seguidos. Y yo que pensaba que sería una noche más.

1.57 am

jueves, abril 13

La comida y yo

Días de gula. Llevo dos semanas comiendo bajo contrato. o así lo parece. Han habido varias invitaciones a comer, paseos gastronómicos por el centro de Santiago (Dominó, Fuente Alemana, El Rápido, Bravissimo, Tip Top) y la infaltable cita mensual con el Hildegard. Este marte fue el turno de un cheesecake de chocolate con frambuesa. Sin palabras.

Sólo por los chocolates, me encantan estos días de pascua. El otro día me compré mis favoritos: los ambr
osoli rellenos con crocante. No tienen ninguna gracia pero tienen sabor a infancia, como los suflitos de colores y la leche con nutrina. Alcancé a comerme sólo dos porque *I* los botó pensando que eran basura. Qué rabia.

Como pasé tres meses almorzando lechugas no he querido ver ni de cerca una verdura, lo que tampoco es bueno. Ningún extremo es bueno pero tengo una tendencia hacia los polos, en casi todo. Tampoco he cocinado, algo que hacía casi todos los días y con entusiasmo genuino. Mi terreno es la cocina. Yo elegí los cuchillos, varias de las especias sólo las uso yo y la última batería de cocina fue un regalo para mí. No recuerdo que alguien me haya enseñado a cocinar pero mucho de lo que sé viene del cuaderno de recetas de mi nonna, que hacía el mejor tucco del mundo. Me encanta ver programas de cocina, apuntar recetas. Ayer vi la de una pizza con camarones, hojas de albahaca, cebolla morada y tomates secos. Todo cubierto por abundante mozzarella. Les faltó orégano, pero se lo pongo yo.

Mi plato favorito, y por ende el que mejor me queda, son los porotos graneados (hay quienes dicen 'con mazamorra', pero no es del todo correcto). Este verano no hice ni una sola vez, solo pastel de choclo, que es más fácil y rápido. Según mi hermano no hay mejor.

Será por el frío pero quiero puro comer comida casera pero preparada por mí. Me gusta cocinar para alguien, pero siempre la que más disfruto soy yo. Todo apunta a que viene un invierno gastronómico en mi casa, sobre todo en estos días de desocupación involuntaria. Volverán las foundue. También pienso retomar la tradición de los gnocchi, estén alertas el 29. Puede que su número salga sorteado este mes. Como siempre, usted trae la salsa.

pd: estoy feliz porque se arregló milagrosamente mi discografía de los Beatles! Mientras escribo escucho Rubber Soul de 1965, el disco que marca la madurez del grupo. Ideal para subirse el ánimo en un día tan tan nublado.

domingo, abril 2

A veces pienso en mí

Eran las 11 de la noche y me preparaba para caminar unas 15 cuadras a mi casa, sola. A poco andar un quiltro me quiso hacer compañía. Yo iba a paso apurado por lo que él apenas alcanzaba a oler las paredes y árboles. De vez en cuando me ladraba para que lo esperara. Varias veces me detuvo y lo esperé a que dejara su huella. Y seguíamos camino.
Si yo me adelantaba mucho, venía corriendo desesperado y me pegaba en las piernas. Yo reía.
Cuando llegué a mi casa, él no se dio cuenta y siguió caminando.
Entré rápido y cerré la reja. No quise mirar, pero lo hice igual.
Me miraba y ladraba para que lo dejara entrar. No pude evitar pensar en mí.
Corazón de hielo, subí las escaleras. No pude evitar pensar en mí.