martes, enero 17

Mi meta 2006

Como no cumplí ninguna de las metas que me propuse para el 2005, este año había decidido no tener ninguna. Pero ayer apareció una y no pude rechazarla.
Me tocó ir dos veces a La Pintana durante el día, a la altura del paradero 36 de Santa Rosa. Hacía un calor espantoso por lo que fuimos con el aire acondicionado al máximo y las ventanas del auto bien cerradas.
Cuando nos estacionamos y abrí la puerta se me apretó el estómago y se me llenaron los ojos de lágrimas. Era un olor muy familiar y lejano, no lo sentía hace mucho pero no había perdido el efecto en mí.
No me acuerdo cuándo fue que lo olí por primera vez pero sé que durante dos años lo sentí todos los sábados, en la toma de Peñalolén.
Es el olor a extrema pobreza, a campamentos, tomas y poblaciones. No quiero que me malinterpreten, sé que suena duro pero no es el olor en sí lo que me violenta, es el hecho de que ese olor exista y que muchos jamás lo sentirán ni lo entenderán. Es una mezcla de tierra, sudor, perros, agua sucia y basura que sentía ya a dos cuadras de la toma y se me quedaba pegado en la ropa y el pelo. A mí, ese aroma me causa dolor, compasión, nostalgia y un cariño enorme por todos a los que conocí en esos lugares, especialmente en la toma.
Lo fundamental es que no tiene nada que ver con la limpieza ni con la dignidad. Los niños se podían ver sucios pero no por descuido de los papás, o porque no tuvieran más ropa, o porque no se bañaran, sino que es lo más lógico y cómodo si viven y juegan todo el día entre cartones y tierra. Cuando salíamos de paseo (al zoológico, algún museo o a un parque), las niñas se ponían el mejor vestido, se tomaban el pelo recién lavado con pinches y llevaban cartera. Los niños, de camisa bien abotonada y partidura al medio, guardaban suculentas colaciones en los bolsillos. Lo que quiero decir es que el olor no estaba en ellos, era una circunstancia, un entorno que no era su realidad. Y eso es lo que más duele de ese olor.
En La Pintana lo recordé todo y
durante el camino de vuelta me recriminé todo el tiempo que había pasado sin sentir ese olor. En el fondo, eso significaba que había estado mirándome el ombligo, aislada en mi burbuja -de clase media pero burbuja al fin-, sin hacer nada para que el olor desaparezca de la vida de esos niños, aunque sea por una tarde.
Y eso, no tengo muy claro qué voy a hacer, cómo, ni dónde. ¿Alguna sugerencia?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Como que ninguna meta el 2005, y que es tu titulacion!! ah! ah! ah! y la curadera que nos mandamos ese dia ah! ah! no sirvio de nada? jajaja

El otro dia vi a un amigo mio con una amiga tuya, asi que en vano no fue jeje

Ya eso no má, que estes bien, saludos
CHAU ;)

Anónimo dijo...

aa se me olvidaba, lo que hubieras hecho y lo digo en serio, es para empezar no haber votado por la gordis jeje

ya, ahora si, adios
(k)

Anónimo dijo...

Curioso, todos los años me pongo metas y proyectos que por supuesto nunca cumplo y cuando llega la hora de evaluar es una larga lista de recriminaciones. Lo único que siempre tengo claro es que "el" proyecto del año es ser feliz y al parecer se me olvidó el hacer felices a otros.
Mp