jueves, mayo 31

25 > 26

Tal cual. De un momento a otro. Estaba a punto de cruzar la calle camino a mi pega, me miro un mechón y ahí estaba. Pensé que era una pelusa y traté de sacarla. No resultó. Pensé que era hilo de nylon, y tampoco. Tiré de ella y me dolió hasta el alma. El dolor no sólo fue físico sino que caí en cuenta de que tengo 25 años y ya tengo canas.

¿Por qué, si a mis padres les aparececieron después de los 40 años, a mí me salen tan chica? No lo tenía contemplado y no sé cuál es el procedimiento. Pero es toda una decisión: o me tiño o las asumo. Asumirlas me suena más a mí, pero cuesta. Es una cachetada que te manda directamente a la realidad. Una cachetada que te recuerda que el tiempo pasa, que cada año se nota. Me gusta que se note el paso del tiempo, pero no en pelos blanquecinos. No creo que demuestren experiencia, sólo mala pata genética. Y yo de esa tengo de sobra.

La cana esta -que a todo esto fue arrancada de raíz haciendo caso omiso a la creencia popular que dice que si te sacas una aparecen otras siete- me recordó lo cercana que estoy de los 26. Hoy leí en www.zancada.com una frase que me identifica a mil: "¿Cuál ha sido tu mejor y tu peor cumpleaños, por qué? Nunca he pescado mi cumpleaños. Generalmente desaparezco. Así es que no tengo ni mejores ni peores cumpleaños. Y no es por que sea aburrido". El que responde es José Miguel Villouta, pero podría haberlo dicho yo. No sé qué haré este año, a dónde me escaparé. Poco me importa. A donde vaya irán conmigo mis canas.