martes, noviembre 7

Días de Feria


Fueron ocho días. En una palabra: mucho.

Ocho días en que leí mucho.
Pensé mucho.
Conocí mucha gente.
Compré muchos libros.

Ocho días en los que yo también estuve en exposición. De eso, salieron muchas historias, pero son privadas.
Lo malo fue la bulla (mucha), la gente (bis), no estar nunca sola y tener que caminar 367 pasos para llegar al baño. Escalones incluidos
(muchos).

En esos ocho días leí tres libros, de punta a cabo. Uno, la correspondencia de Pier Paolo Pasolini entre el '50 y el '75, llamado "Pasiones Heréticas". El epistolar debe ser uno de los géneros literarios que más me gusta. El primero de este tipo que leí fue "Papito Piernas Largas", hace ya muchísimo tiempo. Me lo regaló mi madre. La dedicatoria decía "Para que le tomes el gusto a la lectura". Ese ejemplar ya no lo tengo pues lo presté y me lo perdieron.
El segundo libro que leí durante estos días de feria fue "Muerta de Hambre", una novela de una argentina cuyo nombre se me escapa. Tremendo. En pocas palabras: el diario de una niña obesa, madre alcohólica, padre cuya amante vivía en frente de su casa y tenía dos hijas gemelas y perfectas. No raya en la locura, es la locura por todas partes.
Por último, poesía de Marosa di Giorgio. Ella es total, tanto que se me hace difícil de asir, me queda grande. El super libro venía con un cd de sus poemas, una joyita.

Tras estos ocho días puede concluir que:
1. Hay que tener valor para trabajar en un stand de feria -de todo tipo-. Mucha paciencia y gran mundo interior.

2. Las sonrisas gentiles de una mujer son siempre malinterpretadas por los hombres.

3. Las mujeres no compran. Alegan mucho eso sí.

4. No soy la única tentada. Vendía libros muy buenos, pero también muy caros y podía reconocer el brillo en los ojos de los clientes y el siguiente "me lo llevo, rápido, antes de que me arrepienta". Y digo LOS clientes porque -repito- las mujeres no compraban, sólo reclamaban por los precios con un desparpajo que me helaba.

5. Me gusta Silvio Rodríguez y Buena Vista Social Club ¡pero no para escucharlos todo el día! Me dejaron loca los cubanos del stand vecino. Lo mismo con la música árabe de los turcos y la de meditación del stand metafísico. En este último trabajaban cinco o seis mujeres, todas alegres, todas dichosas de la vida y vestidas del mismo color según el día. Insoportables.

Y yo en medio de este zoológico, tratando de leer y vender libros. Se me ocurrió ser librera, es buen negocio si uno se especializa, según me contó un viejito de Buenos Aires que se dedicaba a los libros desde los 21 años. Veremos. En realidad mi pega ideal sería que me pagaran por leer. ¿Alguien conoce una viejita semi ciega que quiera que le lean?